De las cosas sabemos alguno o algunos de sus aspectos, los más falsos casi siempre.
Las mujeres, sobre todo, nunca se nos entregan, nunca nos dan más que una nube con su figura…”
Gilberto Owen (Novela como nube, 1928)
A los 17 años, conocí a la esposa de Ulises, quien sería el primer amor platónico, el bonito, el tierno, el celoso, el soñador, el lejano. Ojos azules, fijos, seguros. Ojos que extraño. Tradición cristiana o mitología, tragedias de amor aquí y allá. Tragedias. Un preludio de Chopin suena. Recordar a la violinista. Ixión, a pesar de ser un fantoche, cayó bajo las garras de la nube de Hera. Hera, la hija de Cronos y la diosa del matrimonio, esposa de Zeus y gustadora de mortales. El reencuentro con la dueña de la fidelidad, me ha traído incontrolables pensamientos, sentimientos y recuerdos. Mientras aquella esposa de pastor, se lamentaba del amor para siempre; Penélope, tejiendo, esperaba veinte años a que regresara su marido de la guerra de Troya; Ixión por otra parte era engañado por el humo y Helena se convertía en la esposa de Paris. Eva se comió el fruto. El amor. El enamoramiento. No importa cómo se escriba ni quien lo escriba, representado o presentado, amor a medias, amor lejano, amor que duele, amor a ciegas, amor a fuerzas, amor involuntario, amor… El amor. Pasiva: pienso, repienso, decido, siento. Quisiera ser la leyenda que fragmentara la verdadera historia de Troya y que Odiseo no regresara, su prometida hace que la lengua se me duerma.