Amor:
Te extraño. A veces siento que la paciencia decae. Otros días pienso en que puedo vivir con ella. Y en días como este, la mañana, la tarde, el atardecer y la noche se convierten en una canción que suena una y otra vez. El amanecer no puedo definirlo, me he levantado tarde a consecuencia del insomnio. Casi 4 horas de sueño no se despliegan en los distintos momentos del día. Maldita cafeína. Debo dejar las drogas por completo. Vida ordinaria. Otra vez romanticismo. Quisiera que vivieras en una casa de árbol tu sola y que de vez en cuando me llamaras para leerte aquél poema que siempre me mandabas: “el temor de entrar a un lugar muy caro”. Ojala hubiéramos tenido miedo de ese lugar caro. Nos quedamos sin conclusiones. Una, dos… mi cabeza. Quisiera rescatarte como a una princesa. ¿Algún día me visitarás por poco menos de tres días y me dejarás consentirte? No quisiera que te fueras. ¿Recuerdas aquella carta que te di? Quiero que la tengas siempre. Está en un bolso mío que hace tiempo no uso, no va con la ropa. Casi no se puede leer pero estoy segura que recordarás las lágrimas de ese día, la sorpresa sobre todo, tu mano tocando mi puerta para decirme que me seguirías amando. No quisiera que te fueras. Frustración. No debes irte. Quisiera que me cantaras esa canción: “My girl, my girl”, y apretaras mis mejillas como solías hacerlo mientras fumabas en la ventana de mi cuarto, en ese segundo piso. Contigo aguantaría la cafeína por las tardes, después de todo curarías mi insomnio. Platicaríamos durante la madrugada. No quisiera que te fueras.
Te extraño. A veces siento que la paciencia decae. Otros días pienso en que puedo vivir con ella. Y en días como este, la mañana, la tarde, el atardecer y la noche se convierten en una canción que suena una y otra vez. El amanecer no puedo definirlo, me he levantado tarde a consecuencia del insomnio. Casi 4 horas de sueño no se despliegan en los distintos momentos del día. Maldita cafeína. Debo dejar las drogas por completo. Vida ordinaria. Otra vez romanticismo. Quisiera que vivieras en una casa de árbol tu sola y que de vez en cuando me llamaras para leerte aquél poema que siempre me mandabas: “el temor de entrar a un lugar muy caro”. Ojala hubiéramos tenido miedo de ese lugar caro. Nos quedamos sin conclusiones. Una, dos… mi cabeza. Quisiera rescatarte como a una princesa. ¿Algún día me visitarás por poco menos de tres días y me dejarás consentirte? No quisiera que te fueras. ¿Recuerdas aquella carta que te di? Quiero que la tengas siempre. Está en un bolso mío que hace tiempo no uso, no va con la ropa. Casi no se puede leer pero estoy segura que recordarás las lágrimas de ese día, la sorpresa sobre todo, tu mano tocando mi puerta para decirme que me seguirías amando. No quisiera que te fueras. Frustración. No debes irte. Quisiera que me cantaras esa canción: “My girl, my girl”, y apretaras mis mejillas como solías hacerlo mientras fumabas en la ventana de mi cuarto, en ese segundo piso. Contigo aguantaría la cafeína por las tardes, después de todo curarías mi insomnio. Platicaríamos durante la madrugada. No quisiera que te fueras.
Ruby